Durante mi estancia en el Bazar de Entretenimiento y Videojuego , recorrí varios locales, pero hubieron 2 en especial que llamaron más mi atención. El primero fue el negocio de Octavio Sánchez, lugar en el que se encuentra gran variedad de disfraces. Me acerqué para preguntar su precio y el señor muy amable se descoció y comenzó a darme precios de casi todos sus disfraces, aparte me mencionó que si no tenía el disfraz que buscaba él me lo conseguía.
Ya que Don Octavio era muy platicador, pues aproveché para hacerle algunas preguntas, y me mencionó que a su trabajo se le llama cosmakers, que son las personas encargadas de la
confección de la tela.
El vestuario del personaje favorito, Naruto.
Vestuarios para concursos de convenciones.
Don Octavio tiene 54 años y lleva 3 años con su negocio, comenzó a dedicarse a esto por su hijo, que es aficionado a los comics japoneses, fue él quien lo ínsito a invertir en el cosplay, además de introducirlo al mundo otaku.
En su local podemos encontrar desde el traje más sencillo hasta el
más extravagante, en este último su venta es esporádica, ya que solo suele
venderlos para los concursos de las convenciones.
Sus vestuarios son de buena calidad,
aunque últimamente sus ventas han
bajado, pues lo chavos ahora prefieren fabricar sus diseños con su propia ropa.
En el tercer piso podemos encontrar a Andrea una joven de
21 años que no solo se dedica a vender distintos productos, sino que también le gusta todo sobre el anime.
Ella recuerda que a la edad de 12 años veía Dragon Ball Z y Caballeros del Zodiaco que en ese
entonces eran las caricaturas que todo mundo veía por el fácil que se tenían a ellas, y fue así como le comenzó a latir esto.
En su local abundan diversas
almohadas de los grupos de moda de Japón,las más compradas son la
del grupo musical K-POP (pop koreano), además de tazas con imágenes de
personajes de ficción, posters y llaveros.
Andrea recuerda que en su adolescencia era difícil encontrar
artículos de anime y menciona que ahora es más fácil adquirirlos ya sea por Facebook, Twitter
o acudiendo al propio bazar. .
En años
anteriores la moda cosplay en México era totalmente desconocida y no existía un
lugar en nuestro país en donde la juventud se pudiera reunir. Andrea le toco el
tiempo en el que su familia no aceptaba y le prohibía esa moda, al grado de que decían que Pokémon era del diablo . Ahora los padres están más informados
respecto al mundo otaku y apoyan más
a sus hijos.
Les dejo un testimonio de una chica que le gusta y conoce todo lo relacionado con el anime.
Espero lo disfruten
Cristian Flores
Para comenzar el anime no es solo una moda.
Creo que se ve así por las personas que no saben realmente de esto y que lo ven
a lo lejos. En mi caso, comencé desde muy pequeña a ver caricaturas japonesas, aproximadamente a la edad de 3 años, cuando veía en televisión el canal 5 y 7, esa época fue denominada como la época dorada del anime en México, (la
década de los 90's).
Poco a poco me concentre en Japón y
mi interés por el anime me guio a querer aprender de este país. Comencé a escuchar sobre la comida, los
paisajes, las tradiciones y todo lo que se refiriera de Japón .
No recuerdo bien cuando comencé a definir todo lo que hay
referente al anime, pero si se que muchos
de estos programas sino es que todos, provenían primero de historias publicadas
como comic japonés llamados manga.
Los autores de estos mangas se llaman
mangakas y esta es una industria muy poderosa en Japón. Cada año se realizan premios para los mejores mangakas y hay autores muy importantes y reconocidos.
La zona de Akihabara en Tokio es un popular sitio de concurrencia para otakus.
También conoci que los fans de esto se hacen llamar otakus,
akiba keis o de forma un poco despectiva como frikis.
Yo si me reconosco
como otaku y tengo un programa de radio por internet donde trasnmito
canciones propias del anime y de donde se habla de todo esto, estoy orgullosa de lo que quiero ser.
En México, en la década de los 90s, existieron los mejores
clásicos del anime como: Caballeros del Zodiaco, cuyo nombre real es Seint Seiya.
Seilor Moon, Dragon Ball, Ranma ½ y varios más.
Los famosos Caballeros del Zodiaco.
Luego, comencé a comprar revistas muy especializadas donde se hablaban no solo de animes
clásicos de canal 5 sino de muchos más que muy pocos conocían. Fue ahí
donde me entere que se hacían convenciones de anime y manga, los cuales se
dividen en muchos géneros según el público que los lee.
El cosplay, es divertido hacerlo al jugar a ser alguien de tus historias favoritas, con la ropa viene el actuar,
el ser como tal personaje. El disfrazarse es tan propio que incluso tiene reglas y características especiales.
Por último, podría decir que acercarme a esto me ha
permitido ser tolerante a muchas cosas, porque sé y conozco de personas que no lo son.
Además, este mundo como yo lo llamo, me ha abierto muchas
puertas. Mi interés por Japón me hizo desear desde siempre aprender a hablar
japonés, ahora lo hago y eso me ha llevado a nuevas metas en mi vida
profesional.
Todos alguna vez escuchamos y hasta de memoria nos sabíamos la canción con la que iniciaba los Caballeros del Zodiaco, aquí se las dejo para que recuerden su infancia.
Salía del metro BellasArtes, en busca de unos buenos audífonos
para mi celular, mientras caminaba observaba miles de celulares robados, programas para computadora y muchas cosas más. Por fin llegue a mi destino al Bazar del Entretenimiento y el Videojuego, ubicado
en Eje Central Lázaro Cárdenas #9 (frente a la Torre
Latino), Al llegar al bazar me encontré con una chica disfrazada de
Sailor Monn que se encontraba repartiendo folletos, no podía dejarla de
observar, pues su vestuario era realmente raro, bueno para mí fue algo totalmente
extraño, ya que nunca había visto a alguien caracterizado así, al recorrer los
pasillos del bazar me di cuenta que no
era la única chica que se encontraba vestida así y también note que nos solo se
vendían artículos para celular, si no que la parte de arriba era dedicada a
artículos japoneses como: disfraces, posters, series, y música.
Bazar del Entretenimiento y Videojuego.
La golosina más vendida en el bazar.
Desde
que subes al primer piso se nota la esencia japonesa, lugar donde la mayoría de
los locales se dedican a la venta de artículos, entre los cuales se
encuentran golosinas importadas como: varitas de chocolate agridulce “Pockys”, los “Pretz” galletas de harina suave, sodas exóticas en envases
multicolores de sabores frutales, entre otras.
Los
locales también se especializan en la venta de discos de música japonesa y el
principal atractivo de dicho piso es la venta de todo tipo de series de anime o manga en formato DVD. Al subir al segundo piso noté que
vendían disfraces, fue entonces cuando recordé a la chica vestida de Sailor
Moon. No entendía que tipo de moda era esa, pues eran disfraces raros, hasta
que me tope con un chico caracterizado así, fue entonces cuando decidí preguntarle.
Series de anime. .
Su
nombre era Saico, bueno así suele llamarse cuando se disfraza, ya que su
verdadero nombre es Pablo García, su gusto por caracterizarse surgió por
influencia de amigos, que al igual que él gozan disfrazarse de algún personaje de anime, término que en Japón se utiliza para
referirse a la animación, película, libro, cómic, videojuego o incluso cantante
o grupo musical, e intentan interpretarlo en la medida de lo posible, los que
siguen esta práctica son conocidos como “cosplayers”.
Fue entonces cuando entendí su
gusto por el disfraz, pero aun así existían muchas dudas en mí, así que después
me decidí por hacer algunas entrevistas a chicos que se encontraban en la plaza
y que al igual que Saico compartían el gusto por el cosplay.
Al terminar de recorrer el bazar
me fui sin mis audífonos, pero si con una exótica soda japonesa, y claro conocí la onda cosplay.
Para muchos esta fotografía es totalmente desconocida, en mi caso lo era, hasta que alguien me mencionó lo polémica que fue y que hasta la fecha lo es, así que comencé a indagar sobre la foto e interesarme por opiniones acerca del tema, decidí hacer una entrevista a alguien con la misma profesión deKevin Carter(periodista y fotógrafo).
Kevin Carter.
“La fotografía de la pesadilla”, nombrada así por distintos diarios, fue capturada por Kevin Carter, en la imagen se muestra un buitre, en tierra, que acecha a una niña sudanesa exhausta, que reposa. El reportero sudafricano ha esperado 20 minutos con su ojo detrás de la cámara a que el ave extienda las alas, se desespera y captura la imagen, misma que un año después lo haría acreedor al Premio Pulitzer.
La fotografía de la pesadilla.
Al recibir el premio Carter fue atacado por la pregunta que según provocaría su suicidio: ¿qué hiciste para ayudarla?.
Diferentes medios mencionan que la muerte de Kevin fue a causa del sentimiento de culpa que sintió al no hacer nada por ayudar a la niña, aunque varios dicen que el motivo de su muerte fue por su adicción a las drogas, su depresión y sus fuertes problemas familiares.
Carlos Granados revive la polémica fotografía
Me reúno con Carlos Granados Segura, quien
desempeña la función de reportero. La cita es en un café-bar cerca de la
colonia Condesa, después de un afectivo saludo comenzamos a charlar.
Carlos Granados Segura.
Carlos Granados desempeñó la función de
reportero, en la División Cultural de Radio Mil y actualmenteproductor independiente de
programas misceláneos o de revistas en radio.
¿Qué opinas respecto a la fotografía tomada por
Kevin Carter?
Es la fotografía que capta la crisis económica,
alimenticia y humanitaria de una población, un país ó continente.
Una escena que seguramente se repite en cientos o
miles cada año, sin embargo, no había alguien que la captara con tanta frialdad.
Una imagen que nos hace reflexionar sobre la vida
y muerte, riqueza y pobreza, y yéndonos más allá, el ver como las potencias
económicas solo esperan el deceso de los países vulnerables para obtener
beneficios propios.
¿Crees que Carter tenía la necesidad de ayudar a
la niña, por humanidad?
No solo la necesidad, sino la obligación de
hacerlo. Ya que el periodista no es solo un observador y narrador de hechos, es
parte de ellos. No es una cámara, un micrófono o una grabadora, se trata de un
ser humano que debe corresponder a sus mínimos instintos y valores.
La pregunta polémica y obligada¿Consideras que la actuación de Kevin Carter fue de
poca ética?
La fotografía en sí misma fue un gran acto
de profesionalismo al querer mostrar de manera intacta los hechos que
ocurrían y que lamentablemente aún continúan. El salvar la vida de la menor,
luego de haber captado tan lamentable suceso era el paso a seguir.
Las interrogantes de los distintos panoramas
siguen y seguirán. Si Carter se hubiera dado a la tarea de salvaguardar la
integridad de la menor quizá habría salvado una vida, ¿cuántas vidas logró
salvar su fotografía?. si no la hubiese captado ese momento, ¿quién se habría
enterado de los sucesos que cada día se dan en el llamado continente negro?.
¿Qué habrías hecho tú ante está escena y por qué?
No sé si en ese momento habría en las cercanías
médicos que dieran atención oportuna a la pequeña que seguramente perdió la
vida al igual que miles de africanos que no fueron captados por una lente.
La objetividad de los hechos y la transmisión de
ellos pueden verse violentados si nos dejamos llevar por las emociones y
situaciones personales, por lo que las personas que no ven, escuchan o leen
solo tendrán una visión subjetiva y personal de acontecimientos que observa el
comunicador.
Sin embargo, y por encima del profesionalismo,
pondero la vida no solo de una persona sino de todas aquellas que estuviera en
mis manos.
Por último ¿como periodista te has encontrado en
alguna situación similar a esta?
Con la debida distancia que guarda la comparación
y sin que estuviera en riesgo, de todo una vida. Me encontraba cubriendo la
marcha del 2 de octubre con rumbo al zócalo, al lugar arribaron contingentes de
estudiantes y miembros de distintos sindicatos que como cada año exigían los
derechos a la educación y al trabajo.
Todo surgía como en años anteriores, con pintas
en paredes, saqueos de tiendas, gritos y consignas contra los distintos órdenes
de gobierno, hasta que un grupo de jóvenes arribaron al circuito de la plaza de
la constitución, ahí comenzaron a arrojar petardos en contra de un grupo de
granaderos.
Mientras que los camarógrafos y reporteros
gráficos se apostaban para obtener la mejor imagen, los reporteros de radio y
televisión manteníamos una distancia de cinco a seis metros de los hechos, fue
entonces cuando un petardo lesionó a una persona que transitaba por el lugar.
Estaba la prioridad de cubrir las incidencias,
sin embargo, estaba también la responsabilidad de llevar a la persona herida
cerca de la Unidad del ERUM (Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas), aún
cuando no era de gravedad.
Chequen este video, donde personas cercanas opinan de la verdadera causa de la muerte de Kevin
Llamadospeluqueros, barberos o fígaros, anteriormente fueron figuras legendarias en nuestra tierra. Con fama de hablar hasta por los codos y ser capaces de abordar cualquier tema. Las peluquerías están desapareciendo. En la calle Perú, a unos pasos del Eje Central Lázaro Cárdenas, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, queda un sobreviviente: Sabino Cano, “El Chaparrito”.
Envuelto con una bata blanca, Don Sabino levanta su tono de voz que parece regañona: “el oficio del peluquero está en crisis, nunca se ha valorado mi trabajo”.
Aquel hombre apenas pasa del metro y medio de estatura, usa pantalones verde olivo y sus zapatos cafés lucen impecables. Las canas han invadido por completo su cabello y bigote. Le sabe a la navaja, a la tijera y al peine desde la adolescencia. Su hermano lo enseñó cuando aún vivían en Cortazar, Guanajuato.
El lugar está deteriorado, el tiempo ha dejado sus huellas. El interior se observa porque los vidrios de la puerta son grandes y están limpios. Todo está pintado de blanco. En el centro hay un sillón giratorio y al frente un espejo.
Al lado izquierdo hay un sofá encargado de soportar la espera; junto a él, hay una vitrina que guarda jabones de tocador, botellas de alcohol y papel de baño. El lado derecho lo ocupa un mueble con tres cajones; ahí reside un ventilador oxidado, una grabadora empolvada y tres botellas de vidrio llenas de Coca Cola. Todo recuerda al pasado.
Los ojos de Don Sabino están cansados, mientras las tijeras son llevadas a la cabellera de un cliente. Los cortes son lentos, cuidadosos y precisos. El pelo cae al suelo. La máquina eléctrica zumba para desvanecer la melena. Luego entra la navaja, la perfección es su trabajo.
A las mujeres nunca las he entendido
En las peluquerías tradicionales sólo se atienden a varones. El corte de cabello y la rasurada de barba y bigote son las especialidades de la casa. Aquí no se hacen chinos, no se pinta el cabello, no se arreglan las uñas.
“Yo sólo hago todos los cortes de aquellos años: casquete corto, casquete abultado, tapa plana. Ahora los jóvenes son muy delicados, andan con los pelos pa’arriba, parecen tlacuaches -declara entre risas Don Sabino- ¡Hijo de la fregada! Y una lata que dan... ¡De la patada! Por eso no pelo a esos muchachos. Si vienen les digo que no, los corro con groserías. ‘Yo no hago chingaderas’, les advierto”.
Sabino Cano tampoco aguanta a los niños: “No quiero saber nada de ellos. No se dejan. Dan mucha guerra y no pagan. Quieren pagar menos porque están chiquitos”. Su primera máquina eléctrica se la compró porque los infantes no se dejaban cortar el cabello con la navaja.
Si un cliente se acompaña de su mujer o su novia, el Chaparrito pierde la paciencia.
-¿Cómo se lo corto, joven?- pregunta el peluquero.
-Pus como te diga ella.
-¿Qué ella se lo va a cortar o qué?
-No, pus no.
-Entonces por qué le debo preguntar.
Con un tono agresivo, Sabino Cano reniega: “¿Por qué no se va un ratito a Garibaldi, señorita? No dejan trabajar a uno, verdad de Dios. Le quieren enseñar el catecismo al padre. A las mujeres nunca las he entendido”.
La crisis
Según Don Sabino, ahora ya no se forman peluqueros. Quienes quieren trabajar en el ramo, tienen que estudiar en academias donde los adiestran como estilistas. Algo muy diferente a su oficio.
En las estéticas ya no utilizan la navaja para cortar cabello, siguen normas de higiene y salud que fomentan el uso de artículos desechables para prevenir enfermedades. De la rasurada ni se habla. El servicio que ahí se brinda es unisex, para hombres y mujeres.
Don Sabino observó que en la década de los años setenta del siglo XX, las estéticas hicieron que sus negocios entraran en crisis. La causa se la adjudican a los movimientos feministas que permitieron a la mujer tener empleos y convivir directamente con los hombres. Además, los homosexuales también ocuparon esa fuente de trabajo.
“Hay peluquerías que no tienen clientes, por eso dan servicio a damas y caballeros. Pero aquí, gracias a Dios, sí nos ha ido bien. Estamos acreditados, todo el día chambeamos. Poco, pero todo el día parados”, se le oye esperanzado al May.
Don Sabino, con sus ochenta y tres años a cuestas, y sus sesenta como peluquero, concluye contundente: “la peluquería va a desaparecer, yo ya voy de salida” dijo.
Se llama zapateroa la persona que tiene por oficio la fabricación y reparación de calzado. Entre sus ocupaciones figuran la fabricación de zapatos y botas, así como la fabricación de plantillas para introducir en el calzado tras haberlas delineado con una plantilla.
Don Luis Caballero en plena faena
También marca y crea orificios en el cuero que servirán tras remacharlos con aros metálicos para introducir los cordones de los zapatos. También pone tapas y suelas a los zapatos sustituyendo las viejas o cosiendo las nuevas sobre las anteriores. Arregla y sustituye los tacones de zapatos y botas. Cose los cueros abiertos. Por último, abrillanta y pule los zapatos aplicándoles betún y cepillándolos antes de entregarlos al cliente.
Luis Caballero indicó que su oficio es una tradición que viene de mi bisabuelo, que la transmitió a mi abuelo, que a su vez inculcó a mi padre el oficio y por último, después de una serie de circunstancias de la vida, fui yo el que entró a formar parte de este gremio de los zapateros remendones.Mi bisabuelo transmitió los conocimientos del oficio a mi abuelo. Éste enseñó a mi padre, quien ejerció esta profesión y por último mi padre me inculcó a mi todo lo que necesitaba saber para ser zapatero remendón.
Llevo 35 años remendando calzado con mis propias manos, ayudándome de algunos utensilios, muy difíciles de encontrar hoy en día, antes existía la costumbre de pagar al zapatero a final de mes.
Una familia llevaba a reparar el calzado de varios de sus miembros durante un período de tiempo, generalmente un mes y al final del mismo, como si de un sueldo se tratara, pagaban al zapatero por sus servicios.
Actualmente, la mayoría de los zapatero hacen llaves, cerraduras o venden calzado... A mí me encanta mi trabajo y me dicen que soy el mejor zapatero remendón que hay, de lo cual me siento muy orgulloso.
Viejas herramientas del zapatero
Utilizo herramientas tales como el montador, el marcador, picador, puntuador, la costa, pata de cabra, bisagra, burro, brasero, cerote, cuchilla, manopla... Todos los barrios tuvieron, y todavía quedan algunos, su taller de compostura de calzado, el zapatero remendón, como se lo llamó popular y cariñosamente.
Si bien el trabajo sufrió una caída respecto a otros tiempos, la media suela sigue siendo la protagonista, le siguen de cerca los tacos de goma para hombres y las tapitas para los tacos y taquitos del calzado femenino. Lo que hace rato que no piden es la suela entera, expresó. El olor a cuero y a las ceras para el lustre se apodera del local. Una máquina para pulir los bordes de las suelas, y para lustrado preside las instalaciones, atestadas de zapatos viejos, de frascos de tintas y de planchas de suela.
Aquí también arreglamos pelotas de fútbol, carteras, cinturones, bolsos y maletas, pero el fuerte siguen siendo los zapatos, comentó mientras clavaba.
El zapatero remendón, con su figura sentada en una banqueta, de sol a sol era una imagen popular en los barrios. Ante él figuraba una pequeña y vieja mesilla, de poco menos de medio metro de altura, mugrienta y llena de los útiles del oficio: leznas, chabetas, pedazos de vidrios, agujas, hilos encerados con pasta llamada cerote, trozos de astas rellenos de engrudo y cajas y latas rellenas de betún; rodeado de botas, zapatos, zapatillas, sandalias y suelas agujereadas por el desgasto uso de sus propietarios.
Siempre tenía a la derecha o a la izquierda un recipiente con agua, y cubría su delantera con un mandil que fue blanco en otros tiempos. Su trabajo duraba la mayor parte de las horas del día, dedicado al mismo o buscando desesperado clientes para sacar el jornal.
La mayoría de los zapateros eran personas joviales y dicharacheras, y como si para ellos fuera una misma cosa coser y cantar, su trabajo iba acompañado de sus cantos mientras le daban a la aguja.
Generalmente el zapatero remendón solía vivir en los barrios formando parte de los habitantes del mismo. Los días que en el barrio andaba sobrado de trabajo, se entretenía hablando con el vecino que entraba o salía, incluso disfrutaba conversando con las vecinas, conversación que se mantenía a grito limpio, él desde su banquilla, ellas desde la calle.
Había veces en las que el trabajo escaseaba. Ni los vecinos de los alrededores le proporcionaban trabajo. Entonces no le quedaba más remedio que echarse al hombro la mesa o la banquilla y probar fortuna haciendo un largo recorrido por las calles.
Solía asentarse con sus enseres en los sitios más frecuentados de las gentes que pudieran darle trabajo: las puertas de las fábricas con mayor número de trabajadores, las inmediaciones de los cuarteles y mercados.
Los chiquillos que salían de la escuela se arremolinaban en torno a él, y le cantaban está coplilla a manera de burla, coplilla que por cierto también quedó en el sabor añejo del pasado:
En la calle de la bomba
hay una zapatería
donde van las chicas guapas
a tomarse las medidas.
Las inclemencias del tiempo eran uno de sus mayores sufrimientos: en verano, se abrasaba por los rayos del sol, a punto de provocarle una insolación, y en invierno, recibiendo las lluvias que le calaban hasta los huesos y los vientos que le azotaban de lleno. Así, con un poco de suerte, pasaba el día echando medias suelas, enderezando tacones, cosiendo descosidos, remendando y tapando las bocas del calzado del pobre.
Y luego, a la puesta del sol, volvía al barrio, llevándose con los pocos pesos que había ganado, un costal de noticias con las que podía entretener a sus vecinos.
Años más tarde, el zapatero remendón solía disponer de un diminuto local propio dónde realizar sus trabajos. Allí disponía de estantes donde colocar sus utensilios, y una desvencijada silla, para que pudiera sentarse la clientela que estuviera dispuesta a esperar que le reparara el calzado.
Hoy día el típico zapatero remendón prácticamente ha desaparecido. Existen, sí, pero ubicados en las grandes plazas, haciendo a la vez el oficio de cerrajería (copias de llaves) y de algunas otras cosas.
Posiblemente en algunos pueblitos de nuestra geografía sigan existiendo tal y como antes, artesanos amorosos con su trabajo. La apuesta que realizamos los pocos sobrevivientes, es imponernos a la modernidad, finalizó.